En ocasiones la persona puede enfrentarse a situaciones donde debe aparecer un responsable. Siempre existe un culpable, para todo. La culpa fue de Adán que mordió la manzana, entonces la culpa es de Eva. Pero a Eva le dieron la manzana, así que la culpa es de la serpiente. Pero la serpiente sólo le indicó a Eva lo que habían creado en el Jardín del Edén, por lo tanto ¡la culpa es de Dios!
Como siempre existe un culpable para nuestras desgracias, la persona siempre la recordará cuando debe aparecer un culpable. Si la persona es fracasada en la vida, la culpa será de los padres por no haberlo formado. Si recibió una justa formación, la culpa es de la sociedad que no le permite alcanzar lo que desea. Allí tenemos la historia de los opresores y los oprimidos.
Muchas sociedades han sido esclavizadas por otras, por motivos tan variopintos como tener un color de piel diferente, estar viviendo en algo que ellos quieren o bien haber perdido una batalla. Unos arriba, otros abajo. Los de arriba están porque se lo han ganado, los de abajo están porque lo han permitido.
Es gracioso que la persona le eche la culpa de sus desgracias a otro. Si un niño es malcriado, la razón de ser que sea de esa manera está en los padres porque ellos así lo han permitido. Si una persona no tiene fuente de ingresos, no es por la crisis económica (cuyo culpable siempre es el gobierno) sino porque la persona no se ha decidido a seguir adelante. He conocido personas que llevan años (sí, ¡años!) desempleados y aún no consiguen trabajo… a pesar de haberle dado muchas oportunidades. No quieren “ese” trabajo, quieren “el trabajo”. Por ello están como están.
Es de ingenuos pensar que la culpa que el país se encuentre en crisis (independientemente en qué parte del globo se encuentre la persona) sea por una o varias personas. Si un país está en crisis es porque nosotros (hablando como masa de individuos) así lo hemos permitido y contribuido incluso.
Hasta que la persona no asuma la postura que es dueño de su vida, siempre vivirá de las quejas y echará las culpas afuera. Si no es una persona, es un planeta, un signo zodiacal, “las energías”, el karma de existencias anteriores, etc. La culpa la buscará afuera, lejos de sí, rechazando tener cualquier tipo de responsabilidad en la problemática actual.
Si la persona quiere triunfar, debe tener el coraje para asumir el hecho en cualquier nivel. Si la persona quiere avanzar en el conocimiento, el sendero espiritual, también el social o laboral, debe tener en cuenta que todos sus hechos generan consecuencias, favorables o desfavorables, que repercutirán tarde o temprano en su vida.
Hay que aprender a vivir la vida, no en excesos, sino en plenitud. Mi vida es lo que hago, no lo que veo. ¿Para qué fijarme sobre quién es el culpable de haber matado a un niño en el otro lado del mundo? Aunque es lamentable que eso ocurra, mi parecer o postura ni ayudará ni empeorará esa situación. Mi vida es mi entorno. Si el país se cae a pedazos y no consigo lo que me gusta (no confundir lo que necesito), la culpa no es quien manda en su turno (puesto por nosotros mismos) sino por mi limitación a aceptar cambios y modificar paradigmas. Si no hay “pan”, comeré “papas”. Si no hay ni pan ni papa, comeré frutas. La vida es simple ¿par qué complicarla? No se puede pretender que los demás hagan las cosas como yo las haría (incluso, como yo quisiera que se hicieran, porque tal vez en esa situación yo haría otra cosa diferente).
¿De quien es la culpa? De cualquiera, menos de mi mismo.
1 comentario:
La culpa nunca cae al piso, siempre pretendemos que alguien la tiene...Muy bueno.
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